La industrialización cambio la fisionomía de Bilbao allá por 1900 y ahora el turismo hace lo mismo convirtiéndola en una ciudad de Ocio, congresos y museos.
Lo mismo pasa en otras ciudades europeas que un día fueron motores industriales, se ha cambiado la industria por grandes grupos de turistas que circulan en busca de grandes experiencias.
En la mayoría de tours y visitas guiadas se omite la fragilidad y lo delicada que es nuestra ciudad y lo limitados que son nuestros recursos para mantener el turismo de masas. No podemos permitir que nos pase como a Barcelona, Ámsterdam o Toledo que ya no tienen comercio tradicional porque los locales se dedican a la comida rápida y souvenirs, amén de los pisos turísticos y la falta de vivienda para la población local.
El turismo debería de ser imperceptible para la mayoría de la población del lugar, en grupos pequeños, basado en el respeto con el medio ambiente y que pudiesen integrarse en la ciudad para conocer y experimentar al detalle que su elección de visita fue lo mejor que les pudo pasar. Pero para que todo eso pase tenemos que cambiar nuestro chip y valorar lo pequeño, lo frágil, lo espiritual y no sucumbir a lo ordinario, lo grandioso…lo vulgar.